jueves, 17 de diciembre de 2009

Madrugada


Cuando te busco, Soledad mía,
siempre te encuentro bordeando el jardín de rosas,
como queriendo impregnarte de sus espinas,
acariciarte con el perfume de sus flores.

!Y te encuentro, Silenciosa!
!Y tu silencio se atesora en mis palabras!
Conmueves mi mirada con tu grito agreste...
¡Oh, silencio de este pecho que mueves!

Te busco y te cultivo,
te aprieto y de sostengo,
te añoro y te cobijo,
¡Oh, soledad de los riscos!

Cada día desciendes por la inclinada ladera,
serpenteando silencios de silenciosa vida,
con la frente hacia el cielo consumiendo nostalgias,
rompiendo con tus plumas el velo de este cuerpo.

Y me atas y te añoro,
y te miro y te tengo,
y suspiro y te invoco,

¡Oh, soledad del canto eterno!

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