lunes, 30 de agosto de 2010

AUSENCIA



El miedo rutilante que inundó mis pupilas,
resonó en las entrañas de la noche marchita,
hizo volar las aves que anidan en mi alma,
las lanzó hacia los cielos, como onda a los vientos.

¿A donde van las aves durante la tormenta
cuando el frío y la niebla cubren todo a su paso?
¿Donde mecen sus hijos? ¿Donde entonan sus nanas?
¡Parece que mis ojos ya no sirven de nada!?

¿A dónde van las aves, donde cuelgan sus nidos?
¡Dime donde sus cantos despiertan la esperanza!?
pues no es aquí en mi pecho, tampoco en mi garganta,
no se hacia donde han ido y me muero en nostalgia.
Cuando habitan adentro y me alumbran sus cantos,
todo miedo se escapa o se funde en la llama,
entonces victoriosos con plumas renovadas,
penetran el marfil del árbol de mi infancia.

Y la noche se alumbra con susurros de plata,
al ver que cual racimo de las ramas mas altas,
picotean la aurora para que la plegaria,
sea escuchada en voces en la copa de mi alma.

jueves, 5 de agosto de 2010

CANTO A LA LIBERTAD



CORO
Libertad, libertad, todos Uno,
en tus alas sabremos vencer,
levantemos espada y escudo,
la justicia de Dios va a volver.

Encendamos la luz de los cielos,
coronadla de azur y crisol,
sed antorcha del mundo y consuelos
para todos los hijos del sol.

Desterrad toda duda y la sombra
oponiendo certezas y luz,
construid junto a todos la obra
con los brazos abiertos en cruz.

Si mantienen su pecho y la frente
alumbrados de eterno fulgor,
en sus almas y vida la Fuente
limpiara para siempre el dolor.

Dulce Madre, eres campo dorado,
que a tu hijo laureles le das
cuando en justo combate ha encontrado
la victoria, la dicha y la paz.

CORO
Libertad, libertad, todos uno,
en tus alas sabremos vencer
levantando la espada y escudo
la justicia de Dios va a volver.

Estos hijos que a coro te llaman
elevando hacia ti el corazón,
somos seres de amor que te aclaman
derramando su verso y canción.

Sed tenaces ruptores de grillos,
hombres plenos de amor y humildad,
conquistando el oro y los brillos
seréis dioses de la humanidad.

Levantad vuestros ojos al cielo
proclamad: libertad, libertad,
abrid amplias las puertas y anhelos
pues ser libres es vuestra verdad.

Unan manos y cuerpos alados,
honrad siempre esta tierra y el mar
porque en ella el hombre ha encontrados
abundancia y belleza sin par.

Somos todos tus hijos benditos
que cabalgan el mar del amor
en el pecho llevamos escrito
la nobleza del ser creador.

CORO
Libertad, libertad, todos uno,
en tus alas sabremos vencer
levantando la espada y escudo
la justicia de Dios va a volver.

AUTORA: GRACIA GADEL
PAIS: CHILE

jueves, 17 de junio de 2010

NO ME MIRES ASI.



Al mirarme de frente niño amado
de tus ojos emergen rayos de oro,
para cubrir mi espacio cual tesoro
demostrando que estas enamorado.

Cuando el abrazo suave yo te entrego
y protejo tu cuerpo con dulzura,
lo inundo con caricias y frescura
quemando toda mácula en el fuego.

Si me miran tus ojos, tiernamente,
mil aves hasta mi, vuelan contentas,
despejando por siempre las tormentas.

Por eso ámame, dulce, suavemente,
en cenit o en aurora y las florestas
¡Se llenaran de trinos y mil fiestas!...

martes, 18 de mayo de 2010

Camino de Pajaros

¿A donde van los pájaros que anidan en mi alma cuando estoy en tormenta?
No escucho el aleteo, nada de melodías ni arrullos de agua clara.
Hoy día no los oigo porque se que migraron sin dejarme una seña.

¿A donde van los pájaros que habitan en mi alma cuando ella está dolida?
Cuando las amapolas de la senda oscurecen y se caen sus pétalos
¿Donde quedan los cantos, los trinos y las risas cuando la noche acecha?

¡Quizás amanecieron y al verme tan oscura desplegaron sus alas!?
Sin embargo los siento… ¡Siento tanto su ausencia que me sangra la cara!
Pensaba que ese nido de espumas y de flores ya era una morada.
Creí que las caricias y el amor derramado los haría perennes.

¿Cómo salgo a buscarlos si no se donde han ido?
¿He perdido su traza?

lunes, 26 de abril de 2010

Tierra Mia - Trova.

Tierra mía de los Andes:
bastión de las sierras bellas,
canción de rocas y orellas
corredor de fuente pura,
surco de vida y bravura
que mira hacia las estrellas.

Desde Arica te desplazas
corriendo por la pendiente,
buscando cual inocente
la gesta de la porfía,
tú eres sol, ¡oh! patria mía
manantial y flor turgente.

En los valles de esta tierra
crecen pastos y cañadas
que hermosean las quebradas
floreciendo cual capullo,
pues tu voz es un arrullo
en las claras alboradas.

Mar arisco, ondas altivas
de un azul claro e intenso,
él me baña cuando pienso
que este cuerpo ya cansado
en sus aguas ha dejado
la perfección del comienzo.

Valles cubiertos de arena
de verdor y de mil flores,
fue creado en los albores
de la roca escurridiza
que desgranó cual caliza
alimentando primores.

Campo verde, Chile centro
donde cóndores y hombres
te bautizan con sus nombres
diferenciando el camino,
no sabe el triste cretino
que en este suelo no hay pobres.

Hacia el sur seres muy grandes
elevan su copa al cielo,
buscan del Padre, consuelo
a las penas de la gente,
son dioses que él puso al frente
para arrullar su desvelo.

El austral se ha puesto blanco
por olvido de los hijos
que ocultos en escondrijos
no se acuerdan quiénes son,
con hielo en el corazón
rezan ante crucifijos.

Mi país se ha estremecido
para despertar al niño
y los mece con cariño
aunque el mundo no lo crea
y aunque el ojo sólo vea
lo que se perdió en el guiño.

Recuerda, Hermano y aprecia
la tierra que te ha heredado,
disfruta todo lo dado
por esta madre querida,
¡Deja cerrar esa herida!
y lanza al fuego el candado

miércoles, 27 de enero de 2010

Si Yo tuviera Alas


¿Si yo tuviera alas?…
volaría por sobre mí misma.
Me encaramaría a todos los tejados,
sobre las copas de los árboles,
iría más allá de la cima de los cerros
seguiría el curso de los ríos y acariciaría las peñas.
Si yo tuviera alas…
partiría rauda hacia Paris,
me colgaría en lo más alto de la torre Eiffel
la cabeza hacia abajo mirando el curso del rio Sena
y haría gestos obscenos a los pasantes.
Si yo tuviera alas…
viajaría hacia el templo suspendido de china,
le pondría manos de tierra a las estatuas que las perdieron,
repararía los estragos del paso del tiempo
y pintaría nuevamente los techos.
Si yo tuviera alas…
por las tardes me llevaría a mi nieto a volar.
Le compraría estrellas en el supermercado de la luna,
unos caramelos en el boliche del sol para chupar en invierno
y una corona de luceros blancos.
Ah, sí, si yo tuviera alas…
lo llevaría a la tienda universal de abastos
para comprar un pantalón con bolsillos de payaso
donde ocultara los tesoros que encuentre en nuestro vuelo.
Le compraría una camisa a rayas y cuadritos en la agalaxia de Andrómeda
unos patines verdes, una guitarra dorada y una espada de luz azul.
Si yo tuviera alas…
Le quitaría, al pasar, el arco y la flecha a sagitario,
me pasaría la vida flechando amores imposibles,
haría múltiples diseños con las estrellas
y los colgaría en la bóveda oscura de la noche terrestre.

Si yo tuviera alas… mmh…
¿Si yo tuviera alas?…
¡Ya me habría volado!

miércoles, 20 de enero de 2010

Desierto Florido: Atacama que brota como río colorido.



En las tierras yertas del desierto donde sólo la sal crece bajo el manto opaco de la arena y las rocas, en las explanadas silenciosas besadas por el tórrido sol de cada día, Dios sembró semillas de nueva vida. En ese silencio mustio de los atardeceres en que ni el cóndor baja a mirar las canteras de sal por miedo a quemar sus alas, ahí en los faldeos de las montañas de los Andes o más abajo en las planicies angostas, crece la vida de repente.

Bastaron 3 milímetros de agua para que todo naciera; flores, insectos, pájaros, cactus y rocas fertilizadas por la lluvia del invierno y el viento; las piedras entristecidas de tanta espera atrapan al vuelo las esporas de los líquenes que se apegan a ellas como a su madre patria. De entre los granos de arena salobre emergen los tallos delicados: mil nuevos soles, miles de nuevas flores.

Caminé sobre las planicies y los cerros admirando el paisaje de estos nuevos bosques. Recorrí paso a paso las extensiones abrumadoras del desierto chileno, que inhumaba la arena y las rocas y exhumaba la esencia de estrellas renacientes. Nada me importó la distancia o la fatiga, cabalgué con las manos extendidas atrapando la nueva vida.

Ese mismo desierto que amo tanto por su imperecedero silencio, hoy convertido en vergel de ojos amarillos me devolvió en mil besos la visita abrazándome en un cálido encuentro. Las emociones turbaron mis caricias y recorrió mi espalda la belleza de sus cerros como nuevas macetas vibrando hacia los vientos.

Aquí una montaña se ha vestido de verde, otra le ha robado al cielo el azul de la infancia, otra mas lejana se engalanó de un ámbar cristalino, la de más allá me mira con su vestido rojo salpicado de estrellas. Todas y cada una en esta gala de la primavera desértica han querido lucirse hermosamente bellas. En los montes cercanos a la rivera del pacífico, una corona de nubes se ha posado sobre las altas cumbres como sombrero blanco y esponjoso.

El valle, ese valle arenoso y estéril que acoge a los burros salvajes y a las llamas del desierto, reverdece y se cubre con los colores de la paleta divina centelleando bajo la brisa cálida que lo besa. El pulular de los insectos estremece los parpados de las flores silvestres y en concierto amoroso le abren sus corolas al amante compartido con otras de su especie.

Nada les importó la carretera que cruza los campos, no les asustaron los alambres de púas, no le temieron al cartel ¡No Pasar! Sonrieron ante la pancarta que prona amenazante: Recinto Privado. Se extendieron en cruz y espada más allá de los vientos encaramándose por sobre el roquerio y las casas, invadiendo la línea férrea, ocultando la fealdad que dejan los humana en su paso irrespetuoso por la tierra.

Todo es labor en el desierto de Atacama. Las plantas que han crecido duraran sólo un instante y en ese tiempo las bendigo y les canto. El proceso íntegro de la vida se funde bajo el suelo en un incesante pulular de obreros. Los abejorros, esos labriegos suaves, piel de seda negra y amarilla, recorren cada estambre, polen y luz de vida mientras otras recogen semillas para guardarlas en las entrañas frescas de la arcilla.

¡Algún día! –se dicen-, vendrá un nuevo tiempo de flores nuevas. Ellos no saben cuando pero será algún día. Puede ser en un año o en 50 por lo tanto el trabajo debe ser perfecto. No se permite errores en el desierto pues error es muerte eterna. Cada ser conoce su tarea y laboran felices llenando el ambiente de pálidos sonidos. A esos amantes laboriosos las flores les regalan el perfume de la tarde que todo lo cubre, que todo lo impregna incluyendo mi pelo.

Quise revolcarme en el paño de flores violeta pero no pude, quise impregnarme en el manchón de flores celestes pero no pude, quise marchitarme en la cubierta amarilla de la pampa, pero no pude, quise adentrarme en el rosado pálido hasta el fondo, pero no pude. Entonces ellas me cubrieron con sus aromas y llenando mi garganta de añañucas, me envolvieron entera en sol naciente, me regalaron su aroma de sortija, me llenaron los ojos de luz postrera.

Camine silenciosa hasta mi auto y emprendí el viaje de regreso. Dejarlo me dolía fuerte aquí en el pecho ¡Como quise guardarme en el desierto! Quedarme para siempre cobijada en el aliento que las sopla hacia el cielo; hundirme y amanecer en cada evento de nueva primavera reverdeciente; fundirme en el desierto; ser un grano de arena.

Lo guardé en mis pestañas para recordarlo mas tarde, cuando frente a mi pantalla revisara sus flores, y aquí lo tengo, enardecidamente perfumada de estrellas, atardecida y eternamente agradecida por este fugaz encuentro.

Desierto Florido: Atacama que brota como río colorido.

En las tierras yertas del desierto donde sólo la sal crece bajo el manto opaco de la arena y las rocas, en las explanadas silenciosas besadas por el tórrido sol de cada día, Dios sembró semillas de nueva vida. En ese silencio mustio de los atardeceres en que ni el cóndor baja a mirar las canteras de sal por miedo a quemar sus alas, ahí en los faldeos de las montañas de los Andes o más abajo en las planicies angostas, crece la vida de repente.

Bastaron 3 milímetros de agua para que todo naciera; flores, insectos, pájaros, cactus y rocas fertilizadas por la lluvia del invierno y el viento; las piedras entristecidas de tanta espera atrapan al vuelo las esporas de los líquenes que se apegan a ellas como a su madre patria. De entre los granos de arena salobre emergen los tallos delicados: mil nuevos soles, miles de nuevas flores.

Caminé sobre las planicies y los cerros admirando el paisaje de estos nuevos bosques. Recorrí paso a paso las extensiones abrumadoras del desierto chileno, que inhumaba la arena y las rocas y exhumaba la esencia de estrellas renacientes. Nada me importó la distancia o la fatiga, cabalgué con las manos extendidas atrapando la nueva vida.

Ese mismo desierto que amo tanto por su imperecedero silencio, hoy convertido en vergel de ojos amarillos me devolvió en mil besos la visita abrazándome en un cálido encuentro. Las emociones turbaron mis caricias y recorrió mi espalda la belleza de sus cerros como nuevas macetas vibrando hacia los vientos.

Aquí una montaña se ha vestido de verde, otra le ha robado al cielo el azul de la infancia, otra mas lejana se engalanó de un ámbar cristalino, la de más allá me mira con su vestido rojo salpicado de estrellas. Todas y cada una en esta gala de la primavera desértica han querido lucirse hermosamente bellas. En los montes cercanos a la rivera del pacífico, una corona de nubes se ha posado sobre las altas cumbres como sombrero blanco y esponjoso.

El valle, ese valle arenoso y estéril que acoge a los burros salvajes y a las llamas del desierto, reverdece y se cubre con los colores de la paleta divina centelleando bajo la brisa cálida que lo besa. El pulular de los insectos estremece los parpados de las flores silvestres y en concierto amoroso le abren sus corolas al amante compartido con otras de su especie.

Nada les importó la carretera que cruza los campos, no les asustaron los alambres de púas, no le temieron al cartel ¡No Pasar! Sonrieron ante la pancarta que prona amenazante: Recinto Privado. Se extendieron en cruz y espada más allá de los vientos encaramándose por sobre el roquerio y las casas, invadiendo la línea férrea, ocultando la fealdad que dejan los humana en su paso irrespetuoso por la tierra.

Todo es labor en el desierto de Atacama. Las plantas que han crecido duraran sólo un instante y en ese tiempo las bendigo y les canto. El proceso íntegro de la vida se funde bajo el suelo en un incesante pulular de obreros. Los abejorros, esos labriegos suaves, piel de seda negra y amarilla, recorren cada estambre, polen y luz de vida mientras otras recogen semillas para guardarlas en las entrañas frescas de la arcilla.

¡Algún día! –se dicen-, vendrá un nuevo tiempo de flores nuevas. Ellos no saben cuando pero será algún día. Puede ser en un año o en 50 por lo tanto el trabajo debe ser perfecto. No se permite errores en el desierto pues error es muerte eterna. Cada ser conoce su tarea y laboran felices llenando el ambiente de pálidos sonidos. A esos amantes laboriosos las flores les regalan el perfume de la tarde que todo lo cubre, que todo lo impregna incluyendo mi pelo.

Quise revolcarme en el paño de flores violeta pero no pude, quise impregnarme en el manchón de flores celestes pero no pude, quise marchitarme en la cubierta amarilla de la pampa, pero no pude, quise adentrarme en el rosado pálido hasta el fondo, pero no pude. Entonces ellas me cubrieron con sus aromas y llenando mi garganta de añañucas, me envolvieron entera en sol naciente, me regalaron su aroma de sortija, me llenaron los ojos de luz postrera.

Camine silenciosa hasta mi auto y emprendí el viaje de regreso. Dejarlo me dolía fuerte aquí en el pecho ¡Como quise guardarme en el desierto! Quedarme para siempre cobijada en el aliento que las sopla hacia el cielo; hundirme y amanecer en cada evento de nueva primavera reverdeciente; fundirme en el desierto; ser un grano de arena.

Lo guardé en mis pestañas para recordarlo mas tarde, cuando frente a mi pantalla revisara sus flores, y aquí lo tengo, enardecidamente perfumada de estrellas, atardecida y eternamente agradecida por este fugaz encuentro.