martes, 1 de abril de 2008

SILENCIOS


Mira por la ventana, da media vuelta y dice con la voz desgarrada: “no me regales palabras tuyas” , “puedo amar el silencio”.

El hombre de bigote y sombrero jipijapa fuma pausadamente su habano. De vez en cuando entrecierra los ojos, suspira y exhala una bocanada de un humo azulino que libera su boca, pero calla.

Esperanza continua diciendo: no me digas que me amas, que vendrás a verme y que te quedaras para siempre, por favor, padre, ruega con los ojos enrojecidos, “no me digas grieta que me iré partiendo”.
Se cubre la cara mientras solloza en silencio para no romper la magia que se ha instalado en la estancia.

El hombre se para, camina hasta la ventana, mira el horizonte y calla. El magnolio está florido piensa, es tan sutilmente fragante que se parece a ella.

Esperanza toma un vaso con agua, contempla su transparencia y lo bebe, le sabe a amargo, a cosa perdida y con una resolución fría que la enciende por dentro dice: ¿sabes una cosa? Padre, me haré piedra helada como las que habitan los montes.

De pronto el hombre se sorprende al escucha a lo lejos la canción que regalara a su hija cuando cumplió cuatro años “Lagrimas y Sonrisas”, piensa y el recuerdo le ilumina el rostro, también se parece a ella cuando llora porque no puede dejar de sonreír, las penas no le quedan bien a mi niña, dice haciendo un gesto de ternura.

Esperanza se acerca nuevamente a la ventana y en el silencio de su mente cobra forma la pregunta por años repetida ¿donde habrá ido? Solo el silencio le responde; Ya es invierno.....dice contemplando el jardín; las rosas han cesado de colorear el mundo.

Desde el fondo de la oscuridad de sus pensamientos emerge una luz que la ciega y la respuesta se dibuja tenuemente como sombra fantasmal dulcificando el dolor del pasado. Esta vez Padre, ya se, dice sonriendo con una nostalgia que le devora los ojos, yo se donde has ido, y aunque quisieras, no podrás escapar a mis ramos de rosas.
GRACIA GADEL Pirque, 10 de Julio 2007

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