sábado, 10 de septiembre de 2011

SILENCIO DEL CUERPO


Desde mi corazón que siempre invoca
la destellante luz de tus pupilas
recuerdos son de esa afamada boca
entonando refranes de las lilas.

Desde la pulcritud de mi recuerdo
el que aserrados dientes consumieron
recuperar quisiera, más lo pierdo
en estos ojos mustios que te vieron.

Soñar con lo imposible aquí en mi lecho
me traerá las dulzuras más ardientes
cuando su mar rompió en mi suave estrecho.
¡Amor no pienses palpitar torrentes!

Porque la mansedumbre de mi pecho
puede hacerme rodar por las pendientes
y sin su abrazo no tienes el derecho
a sumirme en el claro de la fuente

Déjame despegarlo de mi cuerpo
Ahuyentarlo de las rocas y arenales
Lanzarlo al cielo sin temor al tiempo
Evocándolo junto a los cristales.

Más allá de sus pasos en la tierra
Mi amor se calma y el dolor se arrima
Si su abrazo confundo con la sierra
Que me observa callada y no me anima.

Quisiera darle esta caricia loca
Como luces salidas de la fuente
Que desprende esta mano que le toca
Y lo esculpe con valor ardiente.

¿Quieres amarlo? ¡Pobre cuerpo vano!
Si ya no tienes ni el calor travieso
De ese mirar tan pronto y tan lejano
Que conquistó su cielo con un beso.

Ya te he dicho que olvides las caricias
Que las descuelgues, luego las difundas
Por los vientos del mar, sin avaricias
Las dejes retomar aguas profundas.

Cada vez que lo encuentro me parece
que su tierno mirar se ha rebajado
y al hurgar sus pupilas me entristece
pues ya perdió el encanto enamorado.

Nada puedo pedir ¡Dulce tristeza!
Si en mi ha pasado el tiempo de los cuerpos
Y el silencio se ha instalado con presteza
Dejándome los miembros casi yertos.

Es mejor que le mire desde lejos
A vivir la premura de su abrazo
Sin poder responder con mil festejos
Y dormirme para siempre en su regazo.

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