jueves, 27 de marzo de 2008

Una Promesa Especial



Pero ¿cuando, mijita?, dijo la madre poniendo cara de pregunta, me gustaría tanto hacer realidad ese sueño, exclamo pensativa levantando los ojos para mirar el cielo a través de su ventana.
Usted me lo prometió, verdad, dijo mirando a su hija con una sonrisa. Pero entiendo que por su salud no ha podido viajar. Si quiere lo hacemos juntas así sale más liviano el viaje. De a dos siempre es más entretenido porque mientras usted maneja yo le converso y le voy contando las historias de los lugares por donde pasamos. Con tanto viaje que he hecho en mi vida, ida y vuelta al mismo lugar, me he aprendido las historias de cada pueblo.
Paso el tiempo y el silencio sello los labios de la madre. Sus ojitos de almendra se cerraron como pétalos de nenúfares cuando el sol comienza su descenso hacia el mar. Ni palabras ni miradas, Raquel tendría que hacer el viaje en otra compañía…. !Algún día! se dijo, algún día iré.
Una mañana se despertó con la certeza de que era ¨El Día¨. Preparo un ligero equipaje y se fue acompañada por su hermana en búsqueda del pasado, a recuperar lo que quedara. Mucho o poco, ¿que importaba? Solo importaba la promesa y esa sí que era una razón de peso.
Excavaron con el alma puesta en la esperanza, recogieron los restos, los colocaron en un ánfora y sonrientes volvieron a casa con el tesoro de la madre.
Cada cual lo tuvo en su casa, le canto canciones de cuna para hacerlo dormir acariciando con amor la cerámica blanca. La tercera noche reunieron a la familia y amigos y le cantaron por horas frente al altar improvisado. Al día siguiente lo llevaron a la iglesia para que recibiera la bendición del cura y efectuado el trámite eclesiástico partieron, pala en mano, al lugar donde descansaban el padre y la madre.
Raquel dijo, depositando el ánfora en el agujero ‘Madre, aquí te dejo a tu hijo para que le cantes por las noches.’ Ahora, la semillita que había quedado dispersa esta, por fin, entre tus brazos. Los vivos deben estar con los vivos y los muertos con los muertos. Sin embargo debo confesar, que disfrute acunándolo en mi regazo. He cumplido mi promesa porque los sigo amando.

Gracia Gadel
21 de febrero del 2008

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