miércoles, 26 de marzo de 2008

UN SEUDONIMO PARA ROSARIO


Estaba pensando que mi nombre no tenía la resonancia que necesita un autor de cuentos y los nombres o combinaciones que barajaba no me dejaban satisfecha cuando me quedé dormida. No mas cerrar los ojos comencé a descender por una escalinata hacia un lugar blancamente iluminado. Al llegar a un recodo un murmullo me hizo aguzar el oído; Muchas voces hablaban al mismo tiempo con una algarabía de risas, movimientos y carreras que llenaban la estancia de cálida camaradería. En alguna parte de mis células sabia que esas voces pertenecían a mis Rosarios ancestrales. Las convoque sin darme siquiera el trabajo de llamarlas, solo las pensé cuando en un carrusel de nombres e historias, buscaba un pseudónimo que encubriera los cuentos que desde mis sentidos se derramarían hasta mis manos.

Me asome para verlas aunque no mas fuera por esta vez, cuando de entre la gente apareció un letrero que decía, HORTENSIA con letra mayúscula, las otras personas reían y se atropellaban tratando de verme, yo solo pude ver la mano que lo alzaba. Desde lejos, atrás, muy atrás de mis recuerdos esas voces fueron teniendo cara y nombre, y en mi mente se hizo la luz. No baje ni subí un peldaño más porque había comprendido que mis ancestros femeninos se habían dado cita en ese lugar para encontrarse conmigo

No necesitaba ojos para mirar mis sentidos lo captaban todo hasta la mas mínima vibración. Despacio, caminando en puntillas llegué a su lado y en un frenesí de movimientos, con las manos en jarra, nos encadenamos las unas a las otras y comenzamos a danzar la danza de la historia. Desde los confines del pasado me llegaban los fru fru de polleras y piececitos deslizándose al compás de la música que hace el viento al rozar las hojas. De pronto me encontré en el lugar más alto siendo yo la primera de la fila ¿o la última? y pude ver que la cadena de Rosarios era casi infinita. Pasaban ante mi hermosos rostros ovalados, cabelleras rojas, negras, doradas, ojos de ámbar, bocas sonrientes culebreando desde el antes para llegar frente al ahora que las miraba embelesada. Me fueron cercando en cientos de vueltas hasta ser lanzada hacia los aires sujeta por finísimos hilos de plata que me unían a esas manos cariñosas y seguras.

Ellas estaban contentas, las había recordado, sus nombres estaban en mis pensamientos, en las combinaciones de nombres que inventaba pero siempre ligadas a ellas, a lo que me pertenecía; mi cadena genética ancestral. No quería tener un nombre que no representara nada y ellas me lo agradecían y festejaban a su modo.

Fueron apareciendo los letrero, uno tras otro, se quedaba unos instantes inmóvil como para cerciorarse de que lo había leído luego desaparecía en medio de risas y aplausos. Me pareció que en ese gesto tan humano había una petición implícita; “acuérdate de mi”, “y de mi” decía otra mostrándome su nombre escrito con tiza azul. Cuando tuve los ojos llenos de nombres comencé a despertar con plena conciencia de lo que había sucedido. Puse la primera letra de cada nombre en un papel y el resultado me pareció perfecto. Gracia, y surgió la pregunta, ¿querían que me llamara Gracia o me estaban dando las Gracias?

Así nació este nombre, sugerido en una insólita reunión de mujeres, que dieron forma a un futuro apenas imaginado por ellas pero ciertamente vislumbrado al momento de parir. Habían hecho crecer la cadena de la vida eslabonando el pasado con el futuro por medio de una silenciosa construcción celular. Cada una aportó su perfecto yo hasta llegar a las entrañas de mis abuelas. Nosotras, mi madre, yo, mi hija y ahora mi nieta somos la continuidad de tejedoras expertas, lanzadoras de redes al futuro, semillas sembradas en vientres fértiles por esas mujeres que me miran sonrientes desde sus cunas del pasado.

GRACIA GADELPirque, 11.07.2007

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